En septiembre de 1993, tuve que examinarme de la selectividad, pues había finalizado mi ciclo en el instituto, y me aventuraba a un mundo desconocido…., el mundo universitario. Con las espadas en todo lo alto, ya había indicado mis opciones preferidas para cursar estudios, y solo estaría al resultado de la calificación final. Finalmente comencé a estudiar la carrera de Derecho, donde conocería a un futuro miembro del equipo, con el que trabé una gran amistad que todavía perdura, y que aún tardaría unas temporadas en sumarse a nuestro proyecto.
A todo esto, el instituto quedaba atrás, y así como yo, otros muchos, Menaya, Berlanga, Manolo Arispón, Jorge, dejaban el Antonio Machado tras haber completado el ciclo, con las repercusiones que ello tuviera para el proyecto formado un año antes. Pero no estaba en nuestra mente dejar atrás el equipo de basket, y tras conversar con el entrenador una vez comenzado el nuevo curso, convenimos en que si no se completaban las fichas con gente del instituto, nosotros podríamos jugar a pesar de no pertenecer ya al centro.
Y eso es lo que ocurrió, parecía que nadie estaba interesado en ocupar nuestro lugar, y prácticamente la misma gente del año pasado se había presentado para conformar la escuadra, por lo que con la suma de los salientes, ya teníamos conformado nuevamente la plantilla del Antonio Machado, para la temporada 93/94 de los Juegos Deportivos Municipales de Sevilla, categoría sénior de baloncesto.
Quizás no era una idea o propósito nuestro, pero ese año lo teníamos todo para llegar lejos, calidad, juventud, fuerza, una cancha difícil, queríamos demostrar que al anterior temporada había servido para conocernos, compenetrarnos y que en ésta íbamos a tope, y a por ello fuimos, completando un balance de 7 victorias y una derrota hasta que ocurrió lo que ocurrió.
Recuerdo el primer partido de la temporada contra el Claret, donde jugaba un tal Javier Gancedo, actual experto en Euroliga, y colaborador de ACB, etc., entre otros, en nuestra cancha del instituto donde recibíamos al equipo de ese colegio, junto con una expedición de padres, familiares etc con cámaras de video para presenciar una abultada victoria a nuestro favor por una veintena de puntos aproximadamente, dejando claras nuestras credenciales sobre la cancha, un tiro exterior potente, con dos excelsos tiradores como Berlanga y Juani (aunque entonces era más penetrador), y un descomunal Menaya que siempre hacía dobles dígitos en puntos y rebotes, haciéndose amo y señor del juego interior. Luego aprovechábamos los complicados tableros de la canasta que escupían numerosos intentos rivales excepto a los que tuvieran cogido el truquillo, es decir, nosotros.
Batimos ese año al Martinez Montañés, que nos había ganado el año anterior con cuatro jugadores, y a otros equipos que ahora no recuerdo, y únicamente perdimos con San Agustín, en su cancha, y de dos puntos, en un partido que recuerdo muy disputado, y de gran anotación, con la polémica de una técnica a Juani que nos costaría dos tiros libres anotados. No le sentó muy bien eso al entrenador, pero…..éramos chavales con sangre en las venas!!!!.
El caso es que la trayectoria de ese año iba como la seda. Decir que al menos yo no sabía cómo se conformaba la liga, qué fases tenía, nosotros entonces no llevábamos los calendarios, ni sabíamos del comité de competición, etc., eso lo hacía el entrenador. El que nos hubiéramos clasificado para una siguiente fase es una suposición mía, porque no sé cómo funcionaba entonces el sistema. Pero si que íbamos primeros de nuestro grupo o distrito recuerdo haberlo escuchado al entrenador. El caso es que toda esa alegría duró hasta que durante un partido contra no recuerdo quien, Jorge se lesiona, creo que en un dedo, y acudió al seguro médico de la liga, y eso sacó a la luz una cuestión que nosotros desconocíamos.
Lo que ocurrió es que algo no se había hecho correctamente. Como indiqué al principio nosotros le indicamos al entrenador que si nadie se apuntaba para completar el equipo, que nos apuntara a nosotros, y así se hizo, pero el caso es que quizás nosotros sin pertenecer al centro, no podíamos estar allí, porque de repente de los responsables de deportes del instituto se nos comunicó que no podíamos seguir en el equipo, se nos dijo incluso que había padres de alumnos que jugaban en el equipo que se habían quejado de que nosotros le quitábamos tiempo de juego a los que si eran alumnos, y que teníamos que abandonar el grupo, en dos palabras… nos echaban. Tengo en mi mente la conversación mantenida con una de las profesoras de gimnasia del instituto, que me decía que hiciésemos un equipo de antiguos alumnos, pero que en el equipo del centro no podíamos estar. El entrenador no pudo hacer nada, posiblemente nos incluyó sin informar al centro, o al también le dejaron con el culo al aire, no lo sé, en su momento nos cabreamos bastante con él, nos sentimos traicionados, pero él no tuvo la culpa, seguramente todos obramos con buena fe, lo que queríamos era jugar al basket.
De modo que nos perdimos prácticamente la segunda vuelta, el equipo se completó con gente que en su momento no había mostrado interés por estar, pero que ahora si entraron, pero el equipo ya no era el mismo, ya no estaba tan compenetrado y trabajado, y aunque no sé como quedaron porque la rabieta nos impedía seguirles, se que perdieron muchos partidos con posterioridad. Además nos quedamos sin poder jugar un partido que se iba a disputar en la cancha sótano de San Pablo, con el parqué del antiguo Caja San Fernando. Fíjate, ahora entrenamos allí, pero entonces para nosotros era una flipada. Acudimos a ver a nuestros excompañeros jugar, con una envidia enorme…..
Por tanto a mitad de temporada nos quedamos sin equipo, parecía que todo había terminado, cada uno volvía a sus quehaceres, a las pachanguitas de turno, a la ausencia de competición, con un poso amargo, y con una incertidumbre, ¿qué haríamos ahora?.