Te retiraste Raul, el maldito
lumbago ha podido contigo, y a nuestras edades no estamos para perder minutos,
horas, días, con esos malditos problemas musculares. Pero da igual, porque ahora
sales todos los partidos conmigo, cuando defiendo “a jierro”, cuando intento
robar ese balón, cuando habló cantando los cortes, cuando quiero meter una
quinta marcha de intensidad y ayudar a mis compañeros, cuando animo desde el
banquillo, ¡vamos!!!, allí estás conmigo gritando “hiiiiiiiiiiiii”.
Aún recuerdo tu “no debut” contra
Basket San Pablo, cuando habías venido de salir y no te había recogido, y tu
hermano Juani te preparó uno de sus famosos cafés “taquicárdicos”, para poder
empalmar. Cuando llegó la hora de salir de latía tan fuerte el corazón que
preferiste no forzarlo, jeje. Luego nos fuimos por el Polígono para celebrar la
victoria, con unos litros, de cachondeo, de fiesta, que arte más grande.
No recuerdo que año era ese,
quizás 1998, no sé, pero a partir de ahí formaste parte de la familia
basketera. No voy a nombrar los innumerables momentos que hemos pasado tanto
dentro como fuera de las canchas porque tú ya los conoces, ahí quedarán para
tertulias de abuelos cebolletas cuando nos juntemos para pasar un buen rato.
Es una crónica de una retirada
que sabíamos que iba a llegar tarde o temprano, el último partido que jugaste
te dejó muy tocado, y en el baloncesto cuando llega el momento, llega. No pasa
nada, no estamos tristes, porque la vida sigue y nos quedan miles de momentos
que compartir juntos, además tú estarás siempre en alma en este equipo.
Salgamos con intensidad, vamos a
echar el resto, con trabajo y humildad, te echaremos de menos en la cancha,
mejor Defensor de municipales.
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